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Vera cruz - Nº 3   CUARESMA 2017


                   SALUDA DEL PÁRROCO

                   «Comienzan  los  relojes  a  maquinar  sus  prisas;  y  miramos  el  mundo.  Comienza  un  nuevo  día…».  Así
                   comienza  el  himno  de  laudes  del  jueves  de  la  primera  semana  del  salterio.  Y  con  estas  palabras  quiero
                   despertarme y despertar a todos aquellos que hasta ahora no se han dado cuenta de que ya ha pasado un año
                   y otra vez los relojes comienzan a maquinar sus prisas, y nos invitan a levantarnos, a mirar el mundo, a tener
                   preparado todos los pasos, la revista, el Callejero de Semana Santa, el Pregón que anuncia la gran semana
                   cristiana y, nuestros corazones, porque empieza la Semana Santa, porque entramos en la gloria de la Pascua,
                   es Cristo quien se entrega por nosotros, este Jesús que vino al mundo pobre en Navidad para compartir
                   nuestra pobreza, ahora se prepara para pagar todas nuestras deudas con su muerte.
                   Como  durante  la  oración  en  el  huerto,  antes  de  su  muerte  y  su  posterior  entierro,  nos  dice  que
                   permanezcamos  en  oración  con  Él,  que  no  durmamos,  que  estemos  despiertos,  que  respondamos  a  la
                   pregunta de quién es para cada uno de nosotros y qué lugar ocupa en nuestra vida de fe.
                   Sí, hermanos, es tiempo de vivir esta experiencia mística y religiosa, es tiempo de contemplar al Señor que
                   se entrega por ti, por mí y por todos, que está a punto de saldar nuestras deudas, es tiempo de gritar como
                   Pedro «Señor, qué bien se está aquí», de convertir nuestros templos en Tabores o lugares de encuentro con
                   Dios de donde dimana el agua de la vida que nos salva y sacia nuestra sed y desde donde salen nuestras
                   procesiones.
                   Qué  suerte  la  nuestra,  la  del  creyente,  la  del  que  contempla  y  vive  con  sus  pasos  que  procesionan  por
                   nuestras calles el gran misterio de la salvación y desde el silencio gime y se alegra, y desde su pecho sale la
                   mejor saeta que es expresión pura de un creyente que responde a este amor tan inmenso.
                   Despertemos, corramos y paremos. Meditemos y vivamos el gran acontecimiento. Acojamos y anunciemos.
                   Recemos y dejémonos penetrar por su mirada limpia y misericordiosa. ¿Tienes alguna duda? Pues levanta tu
                   mirada, cuando las cuadrillas se agachan para sacarlo de este Tabor santo (San Francisco), alégrate con las
                   mujeres y todos los que aplaudan, no porque muerte el Hijo de Dios, sino porque su muerte te da vida, nos
                   salva.
                   Calla y medita todo lo que vivas, pero sabe que otros que llegan tienen tantas preguntas que hacerte, a ti
                   cristiano de Ayamonte, que venera al Cristo de la Veracruz, al Cristo del amor más sincero. Levántate y
                   comienza un nuevo día, Dios muere y resucita, Dios entrega su vida para ti y para que tú hagas lo mismo.
                   Sigue los pasos de Juan y de Pedro, no desatiendas la voz de las mujeres, de los pobres y de los marginados,
                   que nos dicen, que no solo está en los pasos bien adornados, sino también en el niño que pide la cera y aquel
                   que por primera vez se viste de penitente, que se cansa y aunque lo quieran llevar a hombros sus padres o
                   abuelos, menea la cabeza y sigue.
                   Siente días intensos, de vivencias, de encuentros y de oración para decirnos que no está muerto, que no lo
                   podemos clavar para siempre, que tampoco lo podemos guardar solo como recuerdo de una tradición, sino
                   que es vida y da vida.
                   Comunícalo, vívelo en la galilea de tu hermandad, de tu casa, de tu cuadrilla, entre los conocidos y los que
                   nos visitan, donde hay amor y donde la gente le ha dado la espalda a Dios.
                   Preséntalo a aquella familia rota, a aquel hombre o mujer cariñoso con su pareja y también a aquella persona
                   que tiene el corazón vacío y enfermo pero que necesita de tu curación con la alegría que da el Resucitado y
                   le hace descubrir que también ha muerto por él.
                   Al  niño  que  vive  querido  y  amado  por  sus  padres  y  a  aquel  que  vive  abandonado  y  en  el  umbral  de  la
                   miseria. Al inmigrante cristiano que llega y a aquel que profesa otro credo, Cristo muere, resucita y vive.
                   Dios, Cristo, en la Cruz, esta Cruz, que es escándalo para muchos pero, signo de salvación para nosotros y a
                   la que estamos todos llamados a venerar, muere y resucita. Testigos somos, testigo eres. Contagia y vive esa
                   alegría de saberte amado por él.
                                                                           Patricio Nzang Esono Andeme, CM


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